domingo, 23 de julio de 2017

¿ Mi fe puede estar de vacaciones?

Santiago Martín, "vacaciones con Dios" del periódico ABC nos responde: 

Las vacaciones, como las bicicletas, son para el verano. Aunque eso era más antes que ahora. 

De todos modos, el verano sigue ganando de mucho a los otros tiempos de descanso. Luego viene la discusión de cuánto tiempo se necesita para desconectar y algunos estudios que se dicen rigurosos, afirman que con una semana bien llevada es suficiente. ¿A dónde quedan ya las vacaciones de antes, que duraban un mes completo, en el que de verdad se desconectaba porque no existían ni los móviles, ni internet? Ahora, que te dejen un día sin «WhatsApp» es una tragedia y, para muchos, lo importante de viajar a sitios desconocidos no es verlos, sino poder mandar los «selfies» que se hacen a sus amistades vía Facebook, quizá para que les envidien y rabien. Incluso el turismo religioso se ha visto afectado por esta epidemia y así puedes ver a la gente en los sitios más sagrados dedicando la mayor parte del tiempo a hacer fotos con su móvil, en lugar de recogerse en silencio y rezar.
Por todo eso, creo que ni una semana ni un mes son suficientes para descansar de verdad. La auténtica vacación no depende del tiempo o, mejor dicho, depende de otro tipo de tiempo. 
Me refiero al tiempo que dedicamos a orar, a hablar con el Señor de nuestras angustias y esperanzas, a examinar nuestra conciencia haciendo balance del curso que ha concluido, a visitar alguno de los bellísimos templos que tanto abundan en España y permanecer allí un rato en silencio ante el sagrario, a leer algún libro que tenga algo interesante que decir y que nos eleve el ánimo, a contemplar ese quinto evangelio que es la naturaleza y que con prodigiosa elocuencia nos habla de su Creador. 
En fin, las verdaderas vacaciones, duren mucho o poco, no lo serán si sólo descansa el cuerpo. El alma también las necesita y el alma sólo se sacia del infinito, sólo se llena con Dios.
Por eso, a la hora de programar las vacaciones, ¿por qué no reservar un hueco cada día para rezar, ir a misa o, simplemente, dar gracias a Dios contemplando sus obras? El alma, más que el cuerpo, necesita serenarse y el alma sólo es de Dios.